En ocasiones y ante la incapacidad de demandar afecto, atención o cariño, la enfermedad surge como la opción ideal para ello. Se convierte en una herramienta, en un vínculo que mantiene a los demás seres significativos atentos, pendientes y a tu servicio cuando estás enfermo. También se ha visto el caso en donde es ese ambiente el que resulta el óptimo para que terceros de nuestro círculo afectivo se vinculen, se hablen, se ayuden… solo necesitaban una excusa lo suficientemente fuerte y valedera como para que nadie pueda negarse, necesitaban una excusa noble.
Una de las ganancias o mecanismos menos reconocidos, pero, desafortunadamente muy común sobre todo en los niños es enfermarse para que sus padres estén juntos. Así que al unirse para combatir algo tan terrible como la enfermedad de un hijo, también se espera que genere paz, unión y que en este momento bajen los ataques entre las partes y se genere una suerte de armonía funcional para actuar como una familia otra vez.
Este bienestar, por transitorio que sea, puede ser una gran fuente de padecimientos e incluso un mecanismo de cohesión consolidado en donde la familia se organiza en torno al paciente o al portador del síntoma. Sin embargo la que necesita atención es esa familia y sus formas de relacionarse y manifestar afecto.