Quizás te parezca absurdo plantearte que enfermarse es algo bueno, algo útil; resulta ser que para el portador del síntoma puede llegar a ser en algunos casos su forma más efectiva de comunicación con su entorno.
En un primer momento la enfermedad es un llamado de atención que te hace tu inconsciente, tu alma, la parte más sincera y fiel de tu ser. Eres tú diciendo: ¡hey, date cuenta de esta situación! Esto no puede continuar así; de esta forma nos lastimas… y por extraño que parezca, la enfermedad es una forma de cuidado muy sutil y especializado que si aprendes a escuchar te acompañará toda la vida de manera plena, feliz y ausente.
La enfermedad y sus manifestaciones somáticas son insobornables, si no cumplimos, si no mejoramos en lo que causa la crisis, volverá a aparecer y reincidir una y otra y otra vez; ergo, nos impone y exige sinceridad y solvencia.
El beneficio que pueda tener el hecho de estar enfermo varía y tiene validez sólo en tu contexto histórico personal. Es decir, la misma enfermedad o situación patológica tiene resultados diferentes según cada persona. Sin embargo, tienen elementos y estructuras comunes que permiten identificar las relaciones afectadas o en las áreas de significación emocional.
Me explico, una disfonía está vinculada con la decisión de no comunicarse o tal vez con la indecisión de decir algo. En la medida que se identifique si es pertinente eso que quieres decir, recuperarás la voz y podrás hablar. También, recuperarás el habla si asumes el hecho de que no lo vas a decir y te sientes en paz emocionalmente con ello.
Considerando que hablar que es algo bastante universal, tiene formas muy diferentes de valorarse y apreciarse según sea la profesión u oficio que desempeñes de la persona. En el caso de un cantante o de un locutor no solo es un medio de comunicación, sino también su forma de ganarse la vida.
Entonces, ya sea por miedo a poner un límite, por el estrés que genera dar una ponencia en público, por temor al rechazo personal o del contenido del discurso, para evitar una responsabilidad o una confrontación… la disfonía resulta útil y será la forma más efectiva que escogió el inconsciente para, validando sus otros mecanismos de defensa, ponerse a salvo emocionalmente y lograr su objetivo; no comunicar… o no en ese momento.
Sin embargo, es pertinente la acotación de que a nivel inconsciente tú vas a buscar vincularte con el otro y en consecuencia necesitas, aunque sea de forma patológica, tener pruebas de que para el otro también somos significativos o en su defecto, somos tomados en cuenta.
Plantea Eric Berne, cuando habla de la economía de las caricias, que todos necesitamos un mínimo de caricias, entendiendo por caricias todo tipo de forma de contacto. En función de ello, la enfermedad simplemente es una forma de llamar u obtener una cuota de atención específica que de otra manera resulta imposible para el individuo operacionalizar.
La enfermedad no siempre promueve atención y contacto, sino que, muchas veces lo que se logra es justamente poner ese límite o distanciamiento ante realidades difíciles de manejar o situaciones de alto contenido emocional a las cuales no se les quiere afrontar.
Por otro lado, hay personas a quienes les resulta difícil y en ocasiones imposible plantearse que alguien opte, incluso a nivel inconsciente, por padecer algo como cáncer o enfermedades por el estilo ya que las mismas acarrean una cuota muy alta de sufrimiento. ¡A veces, justamente esa es la ganancia! Sufrir. Ya sea porque la persona considera y valida para sí la opción de ser castigado o por procesos internos que le hacen sentir culpas que debe expiar y esa es la mejor manera para hacerlo… de eso dependerá a su vez que sobreviva o no.
No quiero decir por ello que esa sea la significación del cáncer, en este caso me refiero solamente a uno de los tanto posibles beneficios que alguien puede encontrar o validar ante una situación por el estilo. Luego hablaremos sobre el cáncer más detenidamente.
En ocasiones y ante la incapacidad operativa de demandar afecto, atención o cariño, la enfermedad surge como la opción ideal para ello. Se convierte en una herramienta, en un vínculo que mantiene a los demás seres significativos atentos, pendientes y a tu servicio cuando estás enfermo. También se ha visto el caso en donde es ese ambiente el que resulta el óptimo para que terceros de nuestro círculo afectivo se vinculen, se hablen, se ayuden… solo necesitaban una excusa lo suficientemente fuerte y valedera como para no poder negarse, necesitaban una excusa noble.
Una de las ganancias o mecanismos menos reconocidos, pero, desafortunadamente muy común sobre todo en infantes es enfermarse para que sus padres estén juntos. Así que unirse para combatir algo tan terrible como la enfermedad de un hijo es algo frecuente; también se espera que en este proceso o durante el, bajen los ataques entre las partes, se genere paz, unión y una suerte de armonía funcional para actuar como una familia otra vez.
Este bienestar, por transitorio que sea, puede ser una gran fuente de padecimientos e incluso de mecanismo de cohesión consolidado en donde la familia se organiza en torno al paciente o al portador del síntoma, citando de nuevo a Satir y a Minuchin; cuando realmente el que necesita atención es el sistema, es esa familia y sus formas de relacionarse y manifestar afecto.