Louise Hay dice que está convencida de que nosotros mismos creamos todo lo que llamamos «enfermedad». El cuerpo, como todo en la vida, es un espejo de nuestras ideas y creencias. El cuerpo está siempre hablándonos; sólo falta que nos molestemos en escucharlo. Cada célula de tu cuerpo responde a cada una de las cosas que piensas y a cada palabra que dices.
El cuerpo es un vehículo o medio de expresión que manifiesta los conflictos que hay a nivel mental, emocional o espiritual, con la expectativa de ser traducidos en un ajuste en la relación donde se origina realmente el estrés o problema.
Cuando en tu cuerpo se manifiesta un síntoma, este (más o menos) llama tu atención, interrumpiendo bruscamente, la continuidad de tu vida diaria. Un síntoma es una señal que atrae tu atención, interés y energía y, por tanto, impide que tu vida continúe normalmente. Esa interrupción que parece llegar de fuera produce una molestia y desde ese momento no te deja otra alternativa que ocuparte de eliminar la molestia.
El síntoma te está diciendo lo que tienes que ajustar, sólo que para ello debes entender su lenguaje. Además, esto supone de tu parte una sinceridad difícil de soportar pues a veces dicen cosas muy importantes y relevantes para nosotros ya que nos conocemos íntima y realmente. Resulta más fácil, cómodo y llevadero vivir engañado que afrontar ciertas realidades.
La enfermedad no es el obstáculo que se cruza en tu camino, sino que es el camino que debes transitar para llegar a la curación. Siendo realmente la prevención y un estilo de vida armonioso, amoroso, lo ideal, lo sano y lo deseable.
“El síntoma es la forma sincera de expresión del sentir humano, manifiesto desde el hacer corpóreo. La enfermedad es parte de un sistema de regulación muy amplio al servicio de la evolución. No se debe liberar al ser humano de la enfermedad, ya que la salud la necesita como contrapartida” (p74-La enfermedad como camino).
Cuando comprendes la diferencia entre enfermedad y síntoma, tu actitud y tu relación con la enfermedad se modifican rápidamente. Ya no consideras al síntoma como tu enemigo sino que descubrirás en él a un aliado que puede ayudarte a vencer a la enfermedad.
Deihlefsen y Dahlke comentan que Edgar Heim, en su libro Krankheit als krise und Chance plantea que un adulto, en veinticinco años de vida, padece por término medio una enfermedad muy grave, veinte graves y unas doscientas menos graves.